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darkestnight2

De la noche no viene lo monstruoso

De la noche no viene lo monstruoso

¿A nombre de qué puedo condenar a muerte
a otros por lo que son o piensan?
Pero ¿cómo dejar impunes
la tortura o el genocidio o el matar de hambre?
No quiero nada para mí:
sólo anhelo
lo posible imposible:
un mundo sin víctimas.

J. E Pacheco

La cosmología judeo-cristiana contrapone la luz a la oscuridad, y lo hace de manera maniquea, ambos son contrarios absolutos, mientras que en otras culturas son complementarios, nuestra cultura da como fuente de todo mal a la oscuridad y las criaturas que en ella se engendran, mientras que el albo parecer de los ángeles son la pura luminosidad bondadosa, bien y mal en eterna lucha por almas humanas, aunque a mí me gusta la idea que canta Sabina, “el cielo paga un sueldo a Satán”.

Así de la noche no podría haber más que monstruos delirantes, malvados, enfermos de soberbia y de turbios deseos. Vampiros, licántropos, zombis al más puro estilo Silent Hill o Resident Evil, muertes empuñando su guadaña, demonios, súcubos e incubos trastornando el sueño de vírgenes inocentes, bestias demoníacas turbando el sueño de niños sin mácula y toda la caterva de monstruos fantásticos y virtuales sólo podrían ser paridos por la espesa atmósfera de la oscuridad; del día sólo ángeles y querubines, la corte celestial en pleno.

Esta idea es ante todo una fachada mediante la cual se esconden los verdaderos monstruos, que a la luz del poder y la normalidad actúan casi impunemente.

Pederastas, maltratadores de mujeres y niños, son verdaderas abominaciones que no expresan sino la verdadera cara de la violencia, debemos estar asustados porque un mundo que no protege a los más débiles está en vías de convertirse en un espacio inhabitable.

Y bien para muestra recordemos el caso Lydia Cacho, o a los más de 275 millones de niños que sufren algún tipo de violencia o abuso doméstico; o a los 102 millones de niños, según la UNICEF, que son víctimas de la explotación y la discriminación y se han vuelto prácticamente invisibles para el mundo; o a los 10 millones de infantes explotados sexualmente, o a los 120 millones de mujeres maltratadas en el mundo.

Así la violencia permea todas las capas de la sociedad, y esta violencia se trivializa debido a una humanidad que prefiere ésta a un estado de armonía, igualdad y solidaridad.

Somos agresivos por naturaleza, si entendemos esta aseveración como la posibilidad innata de responder a estímulos violentos que pongan en peligro nuestra conservación como especie o individuo, pero en sentido contrario, la cultura y la civilización nos han provisto de herramientas para aminorar estas tendencias. Recordemos una verdad universal, los animales sólo agreden para sobrevivir, ¿Quién justificaría esta violencia gratuita contra quienes, se supone, son los miembros más vulnerables de la sociedad: las mujeres y los niños?

Ahora bien las bestias no surgen de manera espontánea, como mundo hemos puesto la muestra sin dudar, baste decir que un niño urbano de 10 años ha mirado en los medios hasta 100 mil actos violentos. 100 mil, y de esta manera la violencia se vuelve justificable ante una conciencia y una moral debilitadas por este bombardeo.

En pleno siglo XXI, las monstruosidades no vienen de las cavernosas profundidades de la oscura noche, están a la vista, y debemos enérgicamente enfrentarlas, denunciarlas y reprobarlas, un mundo que permite esta violencia es un mundo deshumanizado más preocupado por el entronizamiento de lo material y consumista. A fin de cuentas los insómnes somos las gárgolas del mundo diurno: tenemos la capacidad de asustar a diablos y espíritus malignos, protegiendo a los que duermen. Los noctámbulos, humanos a fin de cuentas, apostamos por la vida, el respeto y la fraternidad de todos.

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